El irrespeto al artista comienza cuando le piden que regale su trabajo

José Campos Biscardi

El irrespeto a los demás Grupos de Teatro, es cuando un Grupo acepta trabajar GRATIS

EL DESVÁN DE TALÍA



sábado, 4 de agosto de 2012

Éxitos y fracasos


Sin público no hay fiesta teatral. Si no hay espectadores no hay acción teatral.


Es posible que a cualquier espectador le pasó: ir al teatro y desanimarse al ver que acercándose la hora de la función es el único que se encuentra en la sala, la sensación es rara.
Aun así, si esa obra es estupendamente interpretada y realizada la sensación que queda es muy extraña. 
  
Entonces, ¿qué sensación les queda a los actores que salen al escenario y se encuentran con apenas dos, cuatro o diez pares de ojos que los contemplan? 
Según el carácter y la expectativa de cada actor, pueden  reaccionar de diferentes maneras.

Se dice que el buen actor debe esforzarse como si hubiera  miles de personas. Pero en realidad la gran cantidad de público es la que verdaderamente fomenta en el actor las ganas de actuar. Tiene mucho de psicología y vanidad. Para  el actor que le gusta exponerse, cuantas  más personas existan en la sala,  mejor.


Ir a una función de teatro es casi igual que ir a una fiesta, cuanta más gente, la fiesta tomara mejor color. Cuando la sala está llena, la gente está contenta, expectante, porque mucho público incita a creer que la obra le va a gustar, y entonces todo se convierte en una fiesta. Las expectativas mejoran.
Es fundamental la predisposición del espectador para ver una obra sin importar que sean pocos o muchos.
   
Es una situación muy fea, no tener publico en una función, pero más feo aun son las dudas sobre si hacer la función o no.
Esa pregunta a minutos de iniciar la función,  baja notablemente el desempeño de un elenco.
La moral se baja cuando se levanta el telón y se ve que las butacas están despobladas.
A pesar de ello los actores deben, aunque haya poca gente en la sala, tener un  especial cuidado a la hora de hacer la función, para que no parezca un desprecio al espectador, hay que salir a escena con amor y ganas de hacerlo todo bien, como si la sala estuviera abarrotada.  
  
Salir con la sala  llena es maravilloso y, aunque no cambie el comportamiento de uno, es una multiplicación grande de energía
Una sala semivacía requiere una energía mucho mayor.

Para el actor, la satisfacción debe de ser la misma en ambos casos, ya que el reconocimiento del público es el fin que se trata de conseguir.







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